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AGATHA RUIZ DE LA PRADA

LAS AUTOCHICAS

Run, run, run run, arrancamos de nuevo, como decía Francisco Umbral: “Agatha Ruiz de la Prada es la autochica, la que se ha hecho a sí misma por fuera (que es hacerse por dentro)”. Todo un año dedicado a estudiar nuestra propia trayectoria, treinta años de historia, treinta años de evolución y coherencia, fieles a una misma idea y un mismo concepto, una mujer moderna y sobre todo contemporánea, libre de ataduras convencionales que respeta y admira lo clásico pero no teme romper con lo establecido y apuesta por el optimismo, el trabajo, la independencia, la ecología, el arte y la intuición como modo de vida.

Nuestras autochicas se empapan de geometría: rectángulos y círculos, esferas y cubos, simetrías enfrentadas contra las irregularidades. Los trajes son cortos y largos, trabajando siluetas como si de un cuerpo en 2D se tratara o extrusionando formas e iconos para vestidos y faldas. Siluetas reconocibles en nuestro mundo, vestidos pelota, michelín, dinosaurio, libro, aros, gallos, meninas, junto con los iconos de la casa, flores, estrellas o corazones que llegan a cubrir el cuerpo y sus extremidades, utilizados como una pieza más del propio patronaje, como formas carentes y a la vez dotadas de su propio significado. Efectos surrealistas en piezas trabajadas como si de sofás Chester se tratara, homenajes a Rothko y sus gamas de color, redibujando lo desdibujado, el pop y las imágenes navideñas se combinan y crean sensaciones familiares y extrañas, un tanto Jeff Koons y sus grandes piezas metalizadas.

Un tornado cromático sin frenos se abre ante nosotros, mezclando sin pudor tonos pastel en azul, rosa, verde, con pistachos y rojos anaranjados vibrantes, mezclas de contrastes entre primarios: azul contra naranja, verde contra rojo o gamas de colores armónicos fucsia-rojo-naranja-burdeos; explosión de rayas arcoíris bajo abrigos mas engamados. Colores metalizados en bolas navideñas sobre volúmenes que no son reales o en espumillones gigantes que rematan los trajes en oro, cobre, rosa, rojo, azul y verde, lanzan sus destellos desde la cabeza hasta los pies, la paleta de color pierde sus límites.

Un único material para un concepto único, el terciopelo es el tejido unificador de toda la colección, presente casi al 100% en todas las prendas, en su mayor parte de algodón , salvo alguna pieza en seda o lúrex. Terciopelo como material noble y ecológico, potenciador del color como ningún otro, es desde hace años uno de los clásicos de la casa, cortado, reforzado, acolchado, fruncido, en sus mil variantes se combina con materiales sintéticos de efecto espejo metalizado como la polipiel, el espumillón o incluso las bolas navideñas.

Una colección 100% Agatha Ruiz de la Prada, sin concesiones y conducida por nuestras autochicas, anónimas pero siempre divertidas y muy modernas.

J.C.Mesa.

LIFWEEK ’13

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